Quizá la crisis no sea tan mala. Quizá que ahora los jóvenes
nos resignemos a ciertos trabajos sea lo que el equilibrio kármico le está
regalando a todos aquellos padres que menospreciaban el trabajo de otros.
“Como sigas así acabarás de basurero”, “Terminarás de cajero
de supermercado o dependiente del McDonald’s”, “Al final serás uno de esos que
bailan en las barras”… Recuerdo en mi infancia escuchar a todos los adultos que
esos eran auténticos trabajos de mierda y que todos debíamos ser doctores o
abogados. Que farfullaban “ar-tis-ta” como despreciando una forma de vida “rarita”.
Que hacer un grado medio es lo que hacían los “corticos” que se tenían que
conformar con lo que su limitado cociente intelectual les permitía.
¿Y ahora qué? Ahora “haz algo con tu vida, aunque sea un
cursillo”. Sí, esos que antes se consideraban de perdedores, ¿verdad? Ahora ser
basurero es un honor porque tiene trabajo. Ser cajero es envidiable y
dependiente del McDonald's “al menos ha sabido buscarse la vida”. Si bailas en
una barra en un pub cuentas tus amigos de Facebook a miles y te consigue mil
contactos laborales, ¿no? Y ser artista… bueno, nunca estará bien visto ser
artista.
Y yo me alegro tanto de que ahora todos ellos tengan que ver
a sus hijos pasándolas putas pese a haberse sacado su Derecho o Medicina, de
que acaben trabajando en uno de esos puestos que antes eran de pringados… ¡Qué
fácil es menospreciar el trabajo que hacen otros! Pero, ¿sabéis? Todos esos
trabajos son necesarios en una sociedad. Si no nos hubieran machacado con que
todo eso son “mierdas”, quizá ahora no viviríamos deprimidos porque no encontramos
nada más, porque tal vez recoger la basura que como cerdos tiramos a las
calles, es un gran aporte para la sociedad. Lástima que quizá esos basureros nunca
puedan limpiar la mierda que han cagado todos esos prejuicios inculcados desde
pequeños.