jueves, 31 de enero de 2013

La posesión


    —¡Vámonos, Frank, por favor! —sollozó Juliet—. Esta casa… ¡esta casa está maldita!

    —Tranquilízate, Juliet —dijo él, agarrándola por los hombros—. Acabamos de llegar, el pueblo es nuevo, no estamos acostumbrados a vivir así.

   —No acabamos de llegar, llevamos tres meses, tres jodidos meses… ¡No quieres entenderlo…!

    —Vamos a la cama, mañana será otro…

   —¡Cállate! —lo interrumpió—. Se oyen cosas, siento presencias en esta casa. Y el amigo imaginario de Lucy… Dios mío, Frank, ¿cómo puedes no hacer nada?

   —Mañana lo hablamos, estoy agotado —Frank miró a Juliet fijamente hasta que ésta, al fin, cerró los ojos y asintió.

   El demonio se encontraba bajo la cama de matrimonio. Sintió cómo Frank y Juliet se tumbaban y apagaban las luces. Había llegado el momento, lo que llevaba esperando desde que la familia Rhodes llegó a la casa.

   En su forma incorpórea, el demonio reptó por el parquet hasta atravesar la pared de la habitación. Apareció dentro de un armario del cuarto siguiente. Adquirió su forma corpórea y dio dos golpes con el puño a la puerta. Lucy la abrió y le dejó pasar al interior de su habitación. Una vez el demonio se sentó en la cama, la niña volvió a agacharse para jugar con su casa de muñecas.

     —Has tardado, empezaba a aburrirme —refunfuñó Lucy, sin apartar la vista de la muñeca rubia.

    La niña tenía ocho años. Su edad atrajo al demonio desde que se efectuó el traslado a aquella casa. La piel pálida de la niña, su pelo liso y negro, sus ojos ojerosos, eran perfectos para su propósito. Vestía un largo camisón blanco que le cubría hasta los tobillos, pues sus padres la habían acostado hacía rato, pero ella se había vuelto a levantar para jugar y esperar a su amigo.

    —Ha llegado el día, Lucy —dijo el demonio sin rodeos.

    —¿Qué día?

    —¿No has visto nunca películas sobre posesiones? A los americanos os va mucho eso. Ya sabes, de las que se llega a una casa, pasan cosas terroríficas, y la pobre niña es poseída.

     —¿Disney hace películas así?

     —¡¿Qué diantres es Disney?! A ver, las posesiones tienen unas fases previas. No todo es llegar y ya está.

      —Entonces cuéntame —dijo la niña con tono dulce, mientras volvía a jugar con sus muñecas.

    —Primero una familia decide trasladarse, y la casa siempre tiene un pasado oscuro, unos antiguos inquilinos que murieron de una manera espantosa. Ahí es cuando empiezan a pasar cosas extrañas, que hacen dudar si existe lo sobrenatural.

       —Me lías, y tengo sueño —murmuró la niña—. ¿Qué tengo que ver yo?

    El demonio sonrió, no por simpatía, pues su procedencia infernal le impedía tener ese tipo de sentimientos. Lo más probable es que la inocencia de la niña le resultaba cruelmente manipulable. Se levantó y arrodilló frente a ella.

       —Tú encuentras un amigo. Un amigo que actúa a espaldas de tu familia. Es alguien al que solo tú le ves algo especial y que probablemente, si tus padres conocieran sin saber tu juicio previo, les espantaría. Pero tú eres feliz, tú hablas de mí a tus amigos y a tu familia. Y ellos no entienden nada, hasta que te empiezan a ver extraña. Y poco a poco creamos un vínculo, en el que tú realmente me valoras y no te importa nada más. Es entonces cuando, en tu debilidad, decido poseerte.

        —¿Poseerme? —frunció el ceño la niña—, ¿en qué consiste eso?

        —Un día me introduzco dentro de ti, y al principio, sigues siendo tú. Pero poco a poco tu personalidad cambia, y a peor. En tu mente, crees que lo que haces es lo correcto, pero lo que estás haciendo es lo que yo quiero que hagas, porque no me sirve lo que tú eras antes de entrar en ti. Solo necesito tu cuerpo para nutrirme de tus actos. Actos que yo deseo. —El demonio contempló a la niña, que ahora había dejado de jugar con sus muñecas para clavar la mirada en sus rojas retinas. — Progresivamente, te vas alejando de tu familia y de tus amigos. Solo les haces daño y ellos están horrorizados. Descuidas todas tus labores porque lo que tú quieras no me importa. Hasta que llega un día en que anulas tu personalidad, y tu cuerpo me pertenece, y podré hacer lo que me dé la gana con él. Acabaré con tus padres, hermanos, compañeros de clase, vecinos… Te quedarás sola, pero tu capacidad para darte cuenta quedará extinta porque tu cerebro actuará por mis impulsos, toda tu vida seré yo. Toda tu vida será mía.

       Lucy, aterrada, gateó hacia atrás, dando una patada a la casita de juguete.

       —¿Por qué ibas a hacer eso? —titubeó—. Somos amigos.

       —Por eso mismo, porque lo somos, y me quieres, ¿me equivoco?

     —Sí… eres mi amigo, llevamos tres meses juntos y te quiero mucho, y tú a mí también.

       El demonio soltó una rotunda carcajada.

     —¿Tú crees que alguien que te quiera de verdad haría algo así contigo? —la criatura cabeceó—. No puedo sentir amor, soy un demonio, en todo caso puedo no odiarte. Pero me vienes bien, y debo aprovecharlo.

       —¿Por qué iba a permitirlo yo…?

      —Me dijiste que tenías… ¿ocho años? Échale diez, doce años más como mucho. A esa edad, poco a poco muchos a tu alrededor pasarán por lo mismo. Por quienes quieren. Así que… tú me quieres, te toca a ti, ¿no?

        Lucy dudó. Tres meses en los que aquel demonio le había acompañado día y noche. Sí, era feliz con él.

       —¿Hay tiempo para pensarlo? —preguntó Lucy.

      —La fase es ahora. —respondió el demonio, negando la cabeza.

     —Entonces introdúcete. —dijo la niña, poniéndose en pie y abriendo sus brazos, dejando su pecho a la intemperie.

       El demonio volvió a sonreír, y otra vez más, no por simpatía. Se levantó y puso la mano sobre el pecho de Lucy:

      —¿Realmente los demonios somos tan inhumanos? ¿O es que los humanos son tan demoníacos?

      La criatura empujó su mano en el pecho de Lucy hasta que comenzó a introducirse en él. La niña soltó un grito ahogado hasta que sus ojos se tornaron a un color blanco brillante. Cuando el demonio había penetrado casi hasta el hombro, poco antes de introducir el cuerpo entero, acercó su rostro al oído de la Lucy y le susurró:

      —Niña, lo único ficticio de esta historia somos los personajes.

      Y Lucy, totalmente poseída, se desplomó en el suelo.

2 comentarios:

  1. Increíble. Coja su cámara nueva y dele uso. Me ha gustado mucho ese algo intermitente que te hace volver de la realidad a la historia, y ésta en sí. Con respecto a la frase final: chapó, y me quito el sombrero. ¡Me encanta cuando decide usted superarse!

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  2. Nunca te falta el cambio repentino, es genial , como siempre, me gusta y deseo continuar leyendo cosas así de buenas!! Sigue mejorando así!!

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