jueves, 30 de octubre de 2014

Problemas de Corazón

El Corazón estaba sentando en el bordillo de la callejuela de detrás de la oficina, una de esas de tan poco tránsito que el propio silencio suena diferente. No había podido contener las lágrimas y se había ido a un lugar donde nadie pudiera verle.

—¿Un mal día, colega? —le preguntó el Cerebro, que se encendía un cigarrillo mientras se sentaba a su lado.

—No me gusta que me vean así —respondió—. A nadie debería importarle cómo me sienta.

—Bueno, colega, si no te tienen en cuenta a ti, ¿a quién van a tener?

—Eso fue en otro tiempo, Cerebro.

—¿Y qué ha cambiado ahora, colega?

El Corazón, furioso, se puso en pie y clavó su mirada en él. El Cerebro podía sentir los pálpitos perforando su lóbulo parietal.

—¡Primero de todo, deja de llamarme “colega”! —bramó—. Segundo, ¡¿de verdad quieres saberlo?! ¡Todo esto antes era mío, ¿sabes?! Esta empresa funciona gracias a mí. Me he dejado los ventrículos para que todos podamos llevar una vida adelante en armonía. Y ahora, ¿qué pasa? Que con los años en vez de ascender, me he quedado en nada. Se han olvidado de mí. Eso sí, cuando pasa algo… —Puso una mueca—, “¡oh, veamos al Corazón, veamos si todo va bien, lo necesitamos!”.

—Ya veo. Nadie intenta eclipsarte, co… compañero.

Relajó sus arterias y se sentó de nuevo.

—Es desde que entraste en juego —murmuró el Corazón—. Tú tenías tu función. ¿Por qué no dejaste que yo hiciera la mía?

—Haces tu función. Mantienes con vida todo esto. Necesitamos que sigas latiendo. Ése es tu papel aquí. Como el mío es pensar.

—¿Pero acaso no me he ganado, con el tiempo, el derecho a tomar decisiones de la empresa? No sé, si otra empresa, del otro sexo, hace que me agite cada vez que los Ojos la ven, que la Piel se eriza, que los Labios la besan. Si me hacen trabajar a unas pulsaciones que jamás creí que alcanzaría… Si incluso ha conseguido que tú dejes de pensar en esos momentos. Es decir, si tú no has trabajado y yo lo he hecho intensamente, ¿no me he ganado el derecho a decidir?

—¿Hablas del “amor”?

—No me vengas con tecnicismos de cerebros. Hablo de eso que me hace sentir vivo todavía en esta empresa —suspiró—. Dime, ¿no me he ganado ese derecho?

—Lo meditaré, Corazón. —Apagó el cigarrillo y se levantó—. Me marcho, me necesitan.

El Corazón le vio marchar. Se secó las lágrimas y simplemente suspiró.

—¿En qué momento tomaste el control… “colega”? —dijo cuando ya no podía escucharle.

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